Las miserias de un puñado de lucenses, de los que unos 80 aparecen como imputados por la comisión de algún delito, han sido plasmadas por una jueza en más de 76.000 folios que convenientemente encuadernados podrían ser vendidos a modo de ‘best seller’ en las librerías de la provincia. Y no es que a los lectores les haya surgido de repente una afición por la novela policíaca o la crónica judicial, el interés llega por esa enfermiza curiosidad que tienen los humanos y que los lingüistas definen como morbo, y que sirve para destripar al vecino que no cae en gracia.
La pregunta de estos días en la calle a los periodistas, abogados o funcionarios que se supone tienen acceso al preciado sumario del caso Carioca no es otra que: «¿Y quién está en el ajo?». Pues mire usted, teniendo en cuenta que la jueza se ha marcado una minuciosa instrucción que ha movilizado a comisarías, cuarteles, ayuntamientos, negociados, hospitales, restaurantes, clubs, embajadas y, en general, o a todo aquel que tuviese algo que contar en relación con el oficio más antiguo del mundo, pese a no haber pisado en su vida un lupanar, es susceptible de aparecer en los papeles, hasta el punto de que podría parecer que todo aquel que no es citado en el caso es un auténtico don nadie.