El muro que nos une y aísla
Mércores, 30 de Novembro, 2011Se cumplen once años de la concesión a la muralla de Lugo de la acreditación como Patrimonio Mundial, un simbólico título que pretende justo lo contrario de su original cometido, impedir el acceso de extraños a la ciudad. Y es que la declaración de la Unesco se antojaba como el mejor reclamo para impulsar la llegada masiva de turistas, algo que después de una década apenas se ha notado en la estadística de pernoctaciones, ya que la muralla por sí solo no basta para enganchar durante unos días al típico turista, que con una vuelta por su adarve da por satisfecha su curiosidad.
Pero al menos a lo que ha contribuido el reconocimiento mundial es a aumentar la autoestima del lucense, que hoy en día puede presumir dentro y fuera de Lugo de vivir en una ciudad situada en el mapa de los lugares que merece la pena ver una vez en la vida.
Por mucho que intenten convencernos nuestros políticos, está claro que la muralla no va a ser ningún reactivo milagroso para una actividad económica limitada como la nuestra, ya que hay cientos de legados históricos repartidos por el mundo a los que viajeros y turoperadores darán antes prioridad. Otra cosa es que algún día nos decidiésemos a levantar todas esas joyas escondidas en el subsuelo de Lucus Augusti y que nos apresuramos a tapar cada vez que se descubren, quizá porque el espíritu de amurallarnos frente al invasor va en el ADN del lucense.