La apuesta
Xoves, 9 de Maio, 2013No soy mucho de apostar, no creo en esa suerte que un día llama a la puerta para cambiarte la vida y, como mucho, me dejo llevar cuando la ilusión es colectiva y en modo peña. Sin embargo, hay veces que las posibilidades de perder son tan remotas que uno no se resiste a dejarse atrapar por los brazos de la diosa Fortuna y hasta empeñaría a la musa para entrar en la posta.Hace una semana me aposté con alguien una cena a que no habría equipos españoles en la final de la Champions y solo tuve un atisbo de duda durante cinco minutos, porque aunque soy consciente de que a veces la épica puede más que la lógica, asumo que jugaba con ventaja frente a mi forofo competidor.Semanas antes había roto también mi voto al ofertar públicamente cualquier tipo de gratificación culinaria en caso de perder la que también consideraba una apuesta segura. El problema es que, a diferencia de los desafíos deportivos donde los colores llevan a más de uno a jugarse hasta la vergüenza , la cuestión sobre la que proponía el envite tiene ya menos crédito en la sociedad que una tertulia con copas de vino sobre la mesa. Nadie quiso recoger el guante, quizá porque no son estos tiempos de andar tirando el dinero, aunque es cierto que, de perderla, yo hubiese pagado de buen grado una suculenta cena a quien hubiese aceptado jugarse conmigo que no verán mis ojos la imagen de una grande de España entrando por la puerta de un juzgado.