No quiero ni imaginar la cara de idiotas que se les puede quedar a aquellos gallegos que luego de pagar a precio de oro un solar urbanizable, encargar proyecto arquitectónico, pagar la correspondiente licencia municipal ven como a su vecino que levantó un feísmo urbanístico en la leira del abuelo va conseguir legalizar su vivienda por obra y gracia de la tabula rasa que propugna el Gobierno Feijóo. La idea, que en todo caso tiene un efecto recaudatorio para tratar de que quienes nunca han pagado el IBI a tenor de la alegalidad, tiene como objetivo dar una salida a cuanto desaguisado urbanístico que el desarrollismo impulsado las remesas de los emigrantes ha dejado en el paisaje gallego, ya sean chalés a pie de playa, naves industriales en medio de carballeiras o bares de carretera modelo California. Seguramente la medida dará votos a sus promotores, pues la cultura del “ir facendo” ha calado tanto entre los lugareños que cuando alguien trata de poner coto en seguida es tratado de antigallego. Claro que tampoco estaría de más pedir perdón a todos aquellos que a lo largo de los años no se han saltado la legalidad y han contribuido a ordenar y proteger su territorio, porque seguro que para ellos, como decía Publio, la absolución del culpable es la condena del juez.