Museo busca contenido
Mércores, 12 de Xuño, 2013El efecto que el Museo Guggenheim de Bilbao tuvo en la transformación de una ciudad gris y decadente, unido a los ingresos que los ayuntamientos obtuvieron de la burbuja inmobiliaria, desataron desde los noventa en España una fiebre megalómana por las infraestructuras culturales entre alcaldes deseosos de dejar huella, aunque fuese a modo de agujero financiero. Grandes urbes inauguraron museos, auditorios, planetarios y acuarios firmados por cotizados arquitectos, mientras las modestas capitales trataban de imitar la orgía de cemento y hierro a la vista con propuestas a veces disparatadas.
El problema llegó a la hora de llenar de contenido medianamente interesante estos edificios, a fin de evitar que el punto más entretenido de la visita fuese la tienda de souvenirs. Un ejemplo lo viví la pasada Semana Santa en el Centro Niemeyer de Avilés, que costó la friolera de 44 millones de euros y donde lo único que se exhibía eran veinte trajes de un concurso de diseño, mientras la parte más representativa, su torre panorámica, había sido convertida en un exclusivo restaurante al que solo se podía acceder con reserva.
Lugo no fue ajeno a este mal endémico y el que iba ser Museo Interactivo de la Historia se está reconvirtiendo en miniauditorio, mientras el Museo Provincial va a perder por la negligencia de los políticos su colección más valiosa. Habrá quien proponga poner en el hueco que deja un lounge bar.